Historia
“Hace mucho tiempo, sucedió que…” Así empiezan muchos de los cuentos que explicamos a los pequeños. Así empiezan muchas leyendas que nos narran hechos importantes y trascendentes que queremos recordar y así empieza la pequeña gran historia de la escuela IPSI el año 1961, en las dependencias de la escuela Sant Isidor, a la izquierda del ensanche barcelonés.
La historia de la escuela está inexorablemente ligada, como no podía ser de otra manera, a la evolución de nuestra sociedad en los últimos cincuenta años.
Situémonos en la década de los sesenta. Situémonos, pues, en un momento ciertamente gris de la historia más cercana: una época de represión cultural, de homogeneización educativa, de desencanto social, que necesitaba y se alimentaba de las pequeñas -o no tan pequeñas- iniciativas de lo que era la auténtica sociedad civil; de las personas que se organizaban por intereses que iban más allá de los propios que pretendían ir arreglando, ir coloreando poco a poco aquella Cataluña en blanco y negro que despertaba y navegaba entre los idealizados recuerdos de la ya antigua escuela republicana, su empuje, su renovación, su pedagogía, y la escuela tradicional, “los principios del movimiento” o “La Formación del Espíritu Nacional”. Y entre toda esta situación, unos jóvenes pedagogos, gente inconformista, con un criterio claro de las necesidades reales de su entorno, se lanzaron a la aventura de crear una escuela. Y lo hicieron como siempre se hacen estas cosas, sin pensar demasiado en los recursos, los espacios o las dificultades administrativas. Con conocimiento, pero sobre todo con ilusión, superando una a una las dificultades de un sistema que se revelaba y sospechaba de cualquier iniciativa que pudiese hacer tambalear un equilibrio tan inestable como cualquiera que sea fruto de la represión y la imposición.
Una referencia al proyecto educativo nos acerca inevitablemente a lo que es esencial de la manera de ser, del carácter de la escuela IPSI; es, sin lugar a dudas, lo que más seduce del legado de su trayectoria: los proyectos los hacen las personas que los alimentan; se hacen a partir de todos y cada uno de los singulares proyectos que se han adherido de forma casi imperceptible durante toda su historia. Proyectos que, liderados desde la más firme convicción del esfuerzo, desde la perfección como referente, de la catalanidad, del humanismo inclusivo, por un auténtico maestro y pedagogo, el señor Antoni Amorós, y todo el equipo que lo acompañaba, se han ido imbricando y han ido tejiendo su propio carácter. En la historia y evolución de la escuela se va consolidando como proyecto, sin la menor vacilación, el amor por la naturaleza, la importancia de la música y de cualquier otra expresión artística, el valor del deporte, del espíritu de superación y la disciplina, así como la cultura de nuestro país, a través, entre otros, del día de la Fiesta Mayor, de Sant Jordi, de los Juegos Florales y de la producción literaria que va implícita, a través de la biblioteca escolar, que ha sido siempre un eje fundamental en el proyecto cultural de la escuela, entre otras muchas cosas.
Estamos ante lo que es una escuela catalana, laica y de calidad, como muchas otras que configuran la actual comunidad de nuestro país y que nacieron, más o menos, hace medio siglo.
Cataluña siempre ha disfrutado de la tradición en la creación de proyectos de innovación pedagógica, centros que hoy en día forman parte de la red de escuelas del Servicio Educativo concertadas, con voluntad de servicio a la comunidad sin renunciar a su carácter propio, a su personalidad, a sus rasgos identitarios.
Porque ser escuela de calidad no es fácil: significa estar siempre atento a novedades que sean significativas y no sólo modas; significa mantener cuestionadas cosas que aparentemente puedan parecer evidentes; significa marcar un carácter inconformista; significa disponer y revisar permanentemente un proyecto educativo exigente y posible; significa sobre todo trabajar mucho y muy bien, y eso incluye a todos los miembros de la comunidad educativa. Y ser escuela catalana tampoco ha sido ni es sencillo. Ni ahora, ni mucho menos antes. Mantener la fidelidad a una cultura, a una identidad, durante la época de la Dictadura, solo se puede entender por la terquedad y la convicción de los que tuvieron el valor de ir contracorriente conocedores de que eran la única garantía de pervivencia. Un éxito al que nos debemos los que heredamos su legado.
Este proyecto, sin embargo, se ha ido construyendo, como hemos dicho, con pedagogía, con metodologías, con propuestas que lo han ido enriqueciendo y, sin perder identidad, han actualizado la escuela y la han colocado en un lugar privilegiado tanto en los resultados académicos como en el grado de satisfacción de sus usuarios: los niños, los jóvenes y, fundamentalmente, sus familias sin las cuales nada de lo que hacemos tendría sentido.